
Hurtado Oscar
Lbres del Sur Tigre
¿Es cierto que confrontarán dos modelos de país en las elecciones parlamentarias?
Aparte de usar incipientemente el miedo para retener votos -“si perdemos nos vamos”- el caballito de batalla del gobierno en dirección a las elecciones del próximo 28 de junio es plantear las cosas en términos de que la ciudadanía debe optar por dos modelos: o el neoliberal de la oposición o el nacional y popular del oficialismo. ¿Es cierto esto, o es solo un slogan para retener votos presentándose como el actual abanderado de los intereses de la nación y el pueblo, sin serlo ya realmente?. Por Humberto Tumini.
Editorial del periódico Patria Grande n° 33
Elecciones parlamentarias:
Analicemos esto. Que el proyecto de la derecha opositora es intentar llevar el país hacia atrás, pocas dudas caben. No lo blanquean, y lo revisten de toda una verborragia republicana porque saben que si lo hicieran no los votarían muchos, como alguna vez reconoció Menem respecto de sus promesas de campaña. A partir de esta visión, en particular en un mundo donde se derrumbaron de la peor manera -como aquí en el 2001- los paradigmas del neoliberalismo y el Consenso de Washington, la derecha vernácula en sus distintas variantes habla sin ponerse colorada de la seguridad, de la libertad de prensa, de la corrupción y la defensa de las instituciones. A lo sumo defiende al “campo” y se opone a las retenciones argumentando que son para hacer “caja”, cuidándose de decir la verdad también en esto. De lo que piensan hacer en la economía, con el Estado, la deuda externa, las grandes empresas, el sistema impositivo, los salarios y jubilaciones, los humildes, etc., ni una palabra. A lo sumo algunas mentiritas como sostener que ellos -que las gestaron- terminarán con la pobreza y la desigualdad.
Tampoco dicen esta boca es mía respecto de los DDHH, ni de cómo debería ser la relación con los EEUU. No les conviene anticipar que si por ellos fuera volvería a ser carnal; pero muestran la pata de la sota apuntando todos los cañones posibles a la relación de la Argentina con el gobierno de Hugo Chávez. A buen entendedor pocas palabras.
No hace falta extenderse mas, es claro para donde apunta el país deseable de la oposición derechosa. Ahora bien: ¿es real que el gobierno actual representa un proyecto opuesto por el vértice al de esta? Encarnó, con sus límites y claroscuros, en sus primeros años. Pero hoy se ha alejado lo suficiente de ello como para que una porción mayoritaria -y creciente- de nuestro pueblo ya no lo vea como tal. Lamentablemente con justa razón.
Los primeros tiempos de gobierno de Néstor Kirchner fueron posiblemente los que más se acercaron a un proyecto nacional y popular. Apostar al crecimiento económico de la mano de recomponer la industria, a la creación acelerada de puestos de trabajo, a un papel activo del Estado, a desendeudarnos a través de un canje muy beneficioso para el país; junto a medidas como el desplazamiento de la Corte Suprema menemista, la resuelta política de condena de los crímenes de la dictadura y el descabezamiento de los militares procesistas que quedaban; el viraje en las relaciones internacionales priorizando la región y poniéndose lejos de los yanquis, cuyo punto culminante fue la derrota del ALCA en Mar del Plata, y la toma de distancia del PJ valorizando la posibilidad de gestar una nueva fuerza política -transversal- que apuntalara al proyecto, fueron demostraciones cabales de lo que decimos. Nuevos aires recorrían la Argentina en medio de la esperanza y la expectativa de nuestro pueblo; aun cuando quedaran muchas transformaciones por realizar si queríamos llegar a ser un país “en serio” como se postulaba.
Sin embargo, cuando la correlación de fuerzas se iba inclinando claramente hacia nuestro lado, en particular con la contundente derrota del duhaldismo en las elecciones del 2005 y por las excelentes condiciones económicas para el país en el mercado mundial, Néstor Kirchner comenzó paulatinamente a frenar la marcha del proyecto nacional en curso. En el terreno económico no se avanzó en una reforma impositiva que afectara las rentas de los sectores más pudientes y concentrados; tampoco se reformó la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz, ni se dieron pasos en dirección a recuperar el gas y el petróleo en momentos en que bajaban las reservas y subían impetuosos los precios internacionales. Ni se modificó la política y las leyes en la minería, abiertamente lesivas para el patrimonio nacional; ni se apuntaló un fortalecimiento de las pequeñas y medianas empresas, o de las cooperativas y otras formas de emprendimientos sociales. La mira estuvo por sobre todo en que se afianzaran las grandes empresas locales y no pocas extranjeras (un capitalismo “coreano” se argumentaba). Y producto de todo ello la distribución de la riqueza en la Argentina siguió siendo horrible. En el terreno social se cedió a las presiones de la dirigencia cegetista y no se otorgó personería a la CTA; mucho menos se promovió cualquier tipo de protagonismo social (como, al menos tibiamente, se buscó cuando se llamó a las fuerzas sociales a boicotear a la Shell). En lo político directamente comenzó la involución. La derrota que le infringimos al PJ fue vista no como una oportunidad para construir una nueva fuerza política, sino como la posibilidad de traer al gobierno a la dirigencia duhaldista y menemista deseosa de conservar poder. En el campo de los medios de comunicación, en lugar de establecer nuevas reglas de juego y fortalecer los medios públicos y comunitarios, se apostó a la negociación con los multimedios; se les prorrogaron las licencias y se terminó avalando el fortalecimienro del grupo Clarín al aprobarse la fusión de Multicanal con Cablevisión.
El incipiente proyecto nacional en curso, en lugar de fortalecerse comenzó paulatinamente a debilitarse. Y no lo hizo mas rápido porque las condiciones económicas eran superlativas aun. Pero se fueron enhebrando, producto de esa nueva estrategia, una tras otra decisiones políticas profundamente erróneas. Mencionaremos las mas graves: el apoyo a la reelección de Rovira -oscuro personaje- en Misiones, la división de las fuerzas progresistas en la Capital abriéndole el camino al contundente triunfo macrista, la aparición de importantes hechos de corrupción en el gobierno, la lamentable forma de abordar el conflicto docente en Santa Cruz, el aval al fraude que se le hizo desde el PJ a Luis Juez en Córdoba y un avance ya claro en la pejotización de la representación política del gobierno.
Todo esto tuvo su indudable reflejo en las presidenciales, que apenas fue disimulado con el acuerdo con gobernadores de la UCR en lo que se llamó la “Concertación Plural”. Se ganó en primera vuelta, pero porque la oposición por derecha todavía no había logrado agruparse en forma mas o menos aceptable. Aun así se perdieron los principales centros urbanos y se bajó fuerte la performance respecto del interior de las provincias, en casi todas las capitales. La clase media de las ciudades -y en algunos lugares también parte de los sectores mas bajos- le quitaron su apoyo al oficialismo.
El gobierno de Cristina nació mas débil en el consenso popular que a lo que había llegado el de Néstor Kirchner, producto del rumbo que este le imprimió al suyo en los dos últimos años. Y en esas condiciones, presionada por el aumento en los precios internos por el de la suba de los granos en el mercado mundial, tomó la decisión de ir a las retenciones móviles. Lo hizo con dos debilidades que se revelarían luego en el transcurso del conflicto: el haberse apoyado crecientemente en el PJ (Kirchner ya había anunciado que sería su presidente) y el no haber confiado nunca antes en la participación y movilización popular. Y cometió un gran error, debido también a su concepción del proyecto a implantar en el país: no diferenció a los pequeños y medianos productores rurales de los grandes y los pools de siembra (a quienes había favorecido el kirchnerismo más que a los primeros). A todos los trató por igual y así empujó a los chacareros a los brazos de la Sociedad Rural. La consecuencia de todo ello fue que se perdió la batalla; y con la derrota, allí se fue también el apoyo que se tenía en los sectores rurales con el que se ganó la presidencia.
Se abrían entonces dos caminos para el gobierno: o volver a los primeros años, tomar distancia de la pejotización, acercar a los sectores populares y progresistas que se iban distanciando, convocar a la CTA a ser parte del proceso, dar pasos firmes en redistribuir la riqueza y confiar por fin en la participación y organización popular, o ratificar el protagonismo del PJ, la alianza con la UIA y la CGT, y buscar incluso la negociación con los sectores financieros. Como es visible y mas allá de los discursos, hizo esto último. Buscó renegociar con la dirigencia del PJ que le había clavado un puñal apoyando al campo (Reutemann, Das Neves, Schiaretti, Romero, Marín, etc.), anunció que pagaría al Club de París y reabriría el canje de la deuda, revaluó el peso y permitió altas tasas de interés, tomó medidas económicas ante el avance de la crisis dirigidas a los sectores asalariados de mayores ingresos que representa la CGT (Tabla de Machinea) y destinadas en lo esencial a favorecer a las grandes empresas (créditos para autos, subsidios para que no despidan trabajadores en ellas, etc.). Muy pocas para las mayorías de bajos ingresos, solo algunas para la galería. Apenas dejó más o menos en pie su política internacional y de derechos humanos.
Se pueden diferenciar de estas decisiones descriptas, algunas que son presentadas hoy como manifestación de que se mantiene el rumbo. Pero analicémoslas para ver hasta donde esto es real, o si reconocen, con ser reivindicables, otras causas. La más importante es la renacionalización del sistema previsional. Nunca estuvo entre sus planes y no porque no hubiera habido correlación de fuerzas y condiciones para ello. Se llevó adelante luego de que fracasaran los intentos de conseguir por otras vías recursos para hacer frente al pago de la deuda del 2009 y 2010. En buena hora terminar con las AFJP, pero se hizo por eso. La segunda: la estatización de Aerolíneas Argentinas. Se concretó porque se derrumbaba la empresa (que nunca quisieron antes nacionalizar) y con un acuerdo leonino con su dueño Marsans, que fue desechado en el parlamento. En buena hora también, pero fue por eso. Finalmente el reajuste automático de las jubilaciones. Había un fallo de la Suprema Corte que hacía esto inevitable, y primero buscaron hacerlo con un cálculo abiertamente perjudicial para el sector pasivo, que se corrigió parcialmente en el parlamento. Bienvenida la medida, pero así fue.
En el medio hubo también otras decisiones en un sentido claramente inverso, como el veto a la ley de glaciares por presiones de los gobernadores del PJ y como concesión a las grandes empresas mineras, la demora de mas de un año en reglamentar la de bosques en connivencia con los grandes intereses sojeros, beneficios a las petroleras (entre ellos el aumento de la nafta en momentos en que baja el precio del petróleo) y el blanqueo de capitales.
En resumidas cuentas, no es cierto que el gobierno exprese hoy la defensa de un proyecto nacional y popular como proclama para que lo voten aquellos que se sienten identificados con una salida así para el país. Puso el piso para poder avanzar en esa dirección en los primeros años y después, por concepciones políticas e ideológicas le fue poniendo un techo cada vez mas bajo a las transformaciones. En el terreno político, social y económico. Hoy su preocupación principal es ver como logra gobernabilidad hasta el 2011, sin mirada a futuro. Con una concepción de que eso pasa -la gobernabilidad- en lo fundamental por la negociación con los factores de poder; y también por manotazos de ahogado como está última jugada de buscar ponerlo a Scioli, Balestrini y los intendentes en las listas de la provincia de Buenos Aires.
Ya sabemos por larga experiencia de gobiernos de aquí y de otras partes, que ese rumbo lejos está de permitir siquiera la sobrevivencia de un proyecto nacional. A este por tanto hay que reconstruirlo desde un nuevo agrupamiento de fuerzas populares y progresistas, bien autónomas y por fuera del kirchnerismo. No hay que caer en la trampa de que aquí es “con el gobierno o contra él”. Esa es una falsa disyuntiva que solo beneficia a la derecha que se aprovecha del fracaso del kirchnerismo. Acá de lo que se trata es de comenzar a forjar un nuevo mojón político y social desde donde reagrupar fuerzas para enfrentar a la derecha. Eso es lo que tiene futuro y no este gobierno.
Humberto Tumini
Movimiento Libres del Sur

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